Si uno está atento a las noticias económicas y financieras en los medios digitales, pero también en los tradicionales como la prensa en papel, la radio y la televisión, habrá notado que en los últimos diez años ha surgido un nuevo negocio, una nueva forma de cubrir una necesidad esencial, sobre todo en una sociedad de mercado como en la que vivimos: nos referimos al dinero en efectivo en cantidades pequeñas y medianas -hasta mil quinientos euros-.
Este producto de consumo, pues al fin y al cabo es lo que es, ha estado sorprendentemente alejado de lo que podríamos llamar la cesta de la compra del consumidor estándar. La razón es que hasta hace bien poco, los supuestos vendedores de este producto, los bancos, no lo ponían en el mercado para que cualquiera lo pudiese adquirir. Hay una razón, entre otras, que explicaba esta flagrante omisión: los bancos solo daban dinero después de una concienzuda investigación que obligaba al cliente a entregar muchos documentos que probaran, por un lado su fiabilidad, que fuera un buen pagador y por otro lado que poseía las suficientes garantías, su solvencia. Esto consumía mucho tiempo del cliente y, sobre todo, muchos recursos del banco: personal contratado, alquiler o compra de oficinas, gastos -luz, ordenadores, teléfono, etc. En estas condiciones solo salían rentables operaciones de préstamo de cantidades importantes de dinero, a partir de diez o veinte mil euros. Además no se podía atender a demandas urgentes de dinero por el tiempo necesario para hacer todas las gestiones.
Nuevas tecnologías y nuevas empresas han traído nuevos servicios financieros
Dos cambios tuvieron que producirse para que esta situación cambiara. El primero, paradójicamente, fue la crisis económica de 2 008 que abrió el mercado a actores y operadores financieros distintos que los bancos tradicionales y el segundo fue la revolución tecnológica. Estos dos hechos combinados posibilitaron un nuevo tipo de compañía que funciona exclusivamente a través de internet, sin sucursales físicas con muy pocos trabajadores y cuyos procesos están automatizados al máximo, y que lo van a estar más con la asistencia de la inteligencia artificial, del big data y de ese nuevo fenómeno llamado fintech.
Con todo esto, han surgido dos nuevos productos: el mini crédito, que es aquel préstamo rápido a través de Internet de cantidades entre mil doscientos euros y cinco mil, y el micro crédito, en el que el dinero prestado es inferior a mil euros, pero por lo general no supera los seiscientos euros. El micro crédito está pensado para pequeñas urgencias que requieren del uso de dinero efectivo que, por las más variadas causas, puede que no se tenga en el mismo instante en que se necesita: una avería en la casa, un fallo mecánico del automóvil, una urgencia sanitaria como un dolor agudo de muelas, etc.
Al ser las cantidades bajas y no ser necesarios muchos procedimientos para averiguar la solided financiera del solicitante, todo el proceso se puede llevar a cabo en menos de una hora: el tiempo que transcurre entre que el cliente entra en la página web de la compañía, comprueba los requisitos, obtiene los datos de cuánto le costará su crédito y en cuánto tiempo deberá pagarlo en el simulador de la propia página y da su permiso para que la operación se realice.
Solo se le pedirá a cambio que presente una copia de su DNI – o Tarjeta de Residencia-, un número de móvil y una dirección de correo electrónico para comunicarse e intercambiar información y documentación, una cuenta bancaria para depositar el dinero del préstamo y una prueba de solvencia económica -la última nómina o cualquier otra fuente de renta como la pensión de jubiliación, subvenciones o la última declaración del IVA trimestral de los autónomos.
Los intereses son más altos que en los créditos bancarios normales, pero al ser estas operaciones de crédito de muy poco dinero, el monto total no es excesivo si se tiene una fuente de renta regular. Eso sí, hay que devolver el dinero en muy poco tiempo, un mes, y las penalizaciones de demora son muy altas por lo que estos créditos deben usarse con cautela, solo en casos de verdadera necesidad y si se está seguro de que en 30 días se podrá devolver el dinero del préstamo más los intereses y las comisiones.
Internet y un entorno económico más abierto han permitido el éxito de estos nuevos créditos. Internet, a su vez, ha promovido el crecimiento de numerosas compañías que ante la competencia ofrecen excelentes ofertas para nuevos usuarios como créditos al O %. Y por último, Internet nos da acceso a comparadores y a opiniones de usuarios para contrastar el funcionamiento real de estas empresas. La propia red nos da cada vez más oportunidades, que podemos valorar a través de esa misma red.