Después de que las conversaciones entre intermediarios se estancaron, Juan Carlos y su hijo, el actual Felipe VI, se encontraron cara a cara para lidiar con las consecuencias de un escándalo financiero. La partida de España del rey emerito, Juan Carlos I, se decidió en una reunión cara a cara entre él y su hijo, el actual Felipe VI.
El lunes se supo que Juan Carlos, que reinó durante casi 40 años y guió al país a través de una transición pacífica a la democracia luego de la muerte de Francisco Franco, había abandonado España para un destino desconocido.
En una carta publicada por la familia real, Juan Carlos dijo que se iba debido al «impacto público» en la reputación de la Corona de las investigaciones suizas y españolas sobre presuntas irregularidades financieras que involucraron al ex monarca. El gobierno estaba al tanto de las conversaciones, pero la decisión final estuvo en manos de Felipe VI.
La reunión uno a uno tuvo lugar después de que fracasaron los intentos de llegar a un acuerdo a través de intermediarios. Los contactos tenían como objetivo encontrar la mejor manera de evitar que el escándalo sobre las cuentas no declaradas de Juan Carlos dañen a la monarquía española .
El gobierno español estaba al tanto de las conversaciones, pero la decisión final estuvo en manos de Felipe VI, como señaló el martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que encabeza un gobierno minoritario en asociación con Unidas Podemos. La partida de Juan Carlos se ha convertido en un tema divisivo dentro de la coalición gobernante.
El domingo, el rey emérito abandonó la residencia real de La Zarzuela, su hogar durante los últimos 58 años, y se dirigió a la ciudad gallega de Sanxenxo, donde pasó la noche en la casa de su amigo Pedro Campos.
A la mañana siguiente cruzó la frontera hacia Portugal, un país donde pasó parte de su infancia. A pesar de algunos informes de los medios de comunicación de que Juan Carlos abordó un avión en Oporto con destino a República Dominicana, varias fuentes han confirmado que el rey emérito no voló a ese destino caribeño.
La decisión se tomó después de semanas de reflexión, luego de una serie de conversaciones tripartitas entre representantes de la familia real, de Juan Carlos I y de La Moncloa. En estas conversaciones, se analizaron todas las alternativas posibles en un intento por encontrar el que minimizara el daño a la monarquía causado por las investigaciones en curso de los fiscales suizos y españoles sobre las opacas cuentas bancarias del ex rey.
Al final, se necesitó una reunión personal entre padre e hijo para volver a encaminar las conversaciones estancadas. Como lo describió una fuente familiarizada con el asunto: «No había buenas soluciones, solo menos malas».
Para Juan Carlos I, su línea roja preservaba su título honorífico de rey emérito, que le fue otorgado en junio de 2014, unos días antes de abdicar del trono. Para Felipe VI, el objetivo era lograr que su padre aceptara voluntariamente una solución, en lugar de tener que imponerle una.