Fue amiga de los más grandes: Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Pablo Neruda, Salvador Dalí… tuvo un sinfín de amoríos pero nunca se casó. La pintora surrealista Maruja Mallo vivió una existencia de película, aunque su talento quedó bastante eclipsado en el imaginario colectivo al ser mujer y coetánea de artistas mucho más populares.
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Un Madrid de vanguardia
Maruja Mallo nació en Galicia y se trasladó en la década de los 30 del siglo XX a Madrid. Se matriculó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y pronto hizo amistad con algunos de los artistas más prometedores de la época como Lorca, Dalí o Albertí.
En este Madrid de vanguardia había arte y libertad creativa por todos lados. Las pinturas de Mallo comenzaron a destacar y en 1928 fue invitada por José Ortega y Gasset a mostrar sus trabajos en la prestigiosa Revista de Occidente. La cima del surrealismo en su obra llegaría dos años después, con Cloacas y Campanarios, una serie de pinturas que llegaron a ser mostradas en la galería Pierre de París.
Con la Guerra Civil le llegó el exilio, como a tantos otros artistas de la época que no quisieron plegarse al nuevo régimen dictatorial. Mallo se exilió en Buenos Aires y, desde allí, tuvo oportunidad de viajar por el mundo entero, donde enriqueció su obra con nuevas perspectivas.
Una personalidad desbordante
Quienes la conocieron destacaban de la pintora surrealista su personalidad desbordante, atractivo y capacidad de provocar. A Maruja Mallo le encantaba escandalizar a sus conciudadanos más mojigatos y conservadores. Era, sin duda, una mujer adelantada a su tiempo y, por ello, hizo tan buenas migas con los artistas más vanguardistas y se convirtió en una de las representantes de la célebre Generación del 27.
Llegó, incluso, a ser calificada como hereje y blasfema. Una de sus anécdotas más celebradas es cuando perdió su trabajo como profesora al ser descubierta dando un paseo en bicicleta por una iglesia durante la celebración de una misa. E incluso llegó a ganar un concurso de blasfemias en el madrileño café de San Millán.
Amores famosos
Entre sus aventuras sexuales y románticas más famosas (y hubo muchas) sobresale su relación con Rafael Alberti. Tuvieron una relación sentimental que se plasmó en sus respectivas obras. Ambos colaboraron artísticamente con grandes resultados: en 1929 Alberti efectuó transcripciones poéticas de las pinturas de Mallo en su obra Sermones y moradas y algunos de los poemas del libro Sobre los ángeles se inspiraron de forma directa en los cuadros de la artista. Además, Mallo colaboró en diversas obras teatrales de Alberti, como La Pájara Pinta.
Desgraciadamente, su ruptura sentimental años después fue bastante traumática. Y Alberti, a partir de su relación con María Teresa León, optó por desterrar al olvido todo recuerdo de esta relación y cualquier vestigio de la gran influencia que tuvo Maruja Mallo en su fecunda obra poética y teatral.
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