El daño emergente es, junto con el lucro cesante, uno de los conceptos a tener en cuenta a la hora de calcular indemnizaciones y reclamaciones por parte de los acreedores. El cálculo de este concepto resulta a veces complejo por la dificultad a la hora de decidir qué incluir y qué no como daño emergente, pero para ello existe profesionales de la consultoría que ofrecen soluciones al respecto.
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¿Qué es el daño emergente?
El daño emergente se puede definir como la pérdida efectiva y real en la que ha incurrido un acreedor. Esta pérdida cierta ocasiona un daño que se traduce en gastos e inversiones satisfechos por el acreedor que son cuantificables y claramente medibles. Por ello es habitual que para su cálculo se usen facturas o justificantes bancarios para acreditar el pago previo de estos gastos e inversiones.
La suma de todo ello dará como resultado el daño emergente. Este cálculo servirá de guía a la hora de reclamaciones e indemnizaciones que puede tener derecho a recibir por el incumplimiento del contrato o por el deterioro o destrucción del bien en cuestión. No hay que preocuparse si no se sabe como calcular daño emergente, ya que por suerte existen profesionales como Igor Ochoa, un reconocido experto de la consultora Dipcom Corporate, que se encargan de calcular el daño emergente para sus clientes y asesorados.
Cómo calcular el daño emergente: principales claves
La labor de consultoría estratégica de un profesional como el anterior resulta elemental para el cálculo del daño emergente así como de todo tipo de informes periciales que pueden ser necesarios en el proceso. En cualquier caso, se puede ofrecer algunas claves para entender cómo se calcula según la legislación actual.
En primer lugar, hay que ser conscientes de que el cálculo del daño emergente tiene como objetivo reclamar una indemnización que cuyo importe económico sea capaz de igualar el bien dañado a la situación previa a la que ocurrieran los daños. De esta forma, bajo ningún caso se incluye una cantidad de dinero por los posibles perjuicios que se hayan podido ocasionar por la imposibilidad de usar ese bien o de dejar de obtener una utilidad del mismo.
Hay dos máximas que se deben considerar en cualquier proceso de cálculo del daño emergente: evidencia del valor del daño y costes de reparación de dicho daño. De esta forma queda claro que hay que justificar el valor del daño para cuantificar el daño real que ha sufrido el bien. Del mismo modo, hay que cuantificar los posibles costes de reparación hasta conseguir una reparación total.
La jurisprudencia en el caso del cálculo del daño emergente ha sido muy clara en cuanto a los conocidos como «gastos razonables». Esto implica que le perjudicado no puede aprovechar la ocasión para intentar incluir en la indemnización o reclamación gastos que supongan mejoras en el bien respecto a su situación inicial o gastos que resulten excesivos sobre el patrimonio dañado.
También tenemos que señalar que para poder conseguir la indemnización debe estar claramente justificada a nivel documental. Para ello, tal y como hemos indicado más arriba, será necesario recopilar todos aquellos gastos, facturas o extractos bancarios que estén directamente relacionados con el daño para el que se demanda reparación. Sin una justificación clara será imposible conseguir la indemnización deseada.
El lucro cesante, un cálculo aún más complejo
Las indemnizaciones por daños y perjuicio también contemplan el lucro cesante, es decir, las ganancias que se han dejado de percibir por el daño ocasionado. El cálculo de estas ganancias resulta más complejo que el del daño emergente, aunque también se puede llevar a cabo con el asesoramiento de consultores estratégicos especializados.
El cálculo del lucro cesante se calcula según el valor actual de los flujos de caja que el negocio afectado hubiera generado de continuar con la actividad sino se hubiera ocasionado el daño. Un cálculo aún más complicado pero necesario para poder percibir la indemnización más justa posible.
Como se puede apreciar, el cálculo del daño emergente es fundamental y necesario para poder percibir las indemnizaciones pertinentes tras sufrir daños y perjuicios. Por suerte, existen profesionales en la materia que realizan estas complejas tareas y consiguen que sus clientes reciban las indemnizaciones que les corresponde según el daño ocasionado.