Novak Djokovic vuelve a ocupar el trono sobre la hierba londinense. Después de una sequía de tres temporadas sin levantar un solo trofeo de los grandes, el serbio acaba de ganar su séptimo torneo de Wimbledon tras derrotar en una final competida al polémico Nick Kyrgios por 4-6, 6-3, 6-4 y 7-6. Se trata del vigesimoprimer Grand Slam en la carrera de Djokovic, una cifra que lo convierte en el segundo tenista del mundo con mayor número de títulos de este tipo, superando a Roger Federer y situándose sólo a uno de Rafa Nadal. A sus 35 años, Novak todavía tiene tiempo de repetir gesta y gobernar en solitario.
Por el momento, el futuro a corto plazo para el serbio se antoja todavía incierto, y es que no está claro que pueda disputar el US Open y el Abierto de Australia, dado que en Nueva York no le dejarían entrar sin estar vacunado y a Melbourne no podría viajar sin el visado que le retiraron este año. Con estos dos grandes obstáculos por delante, Djokovic lo tiene más complicado que el resto para seguir agrandando su figura. No resulta extraño que aprovechara la oportunidad de coronarse en Londres. Lo hizo además teniendo que doblegar a un Kyrgios que se presentó a la cita especialmente enérgico y que logró llevarse el primer set a base de buen tenis.
El jugador australiano arrancó desconocido, concentrado en el juego y desplegando su mejor técnica para poner en apuros a su oponente. El repertorio de movimientos estaba siendo impecable, siempre con dejadas y voleas de primerísimo nivel, con golpes bien ajustados que empezaban a dar sus frutos. Hasta un 0-5 logró firmar Kyrgios frente a la mirada atónita de Djokovic, que no terminaba de reaccionar y que dejó pasar esta primera ronda sin apenas protagonismo. Fue media hora de dominio que no impidió al de Canberra sellar un merecido 4-6 inicial, incluso con el murmullo de la grada en contra. Sin duda, una de las mejores apuestas deportivas del fin de semana, donde el pronóstico inesperado ha resultado ser el más beneficioso.
Duró poco esta versión disciplinada de Kyrgios. Fiel a la rebeldía que lo caracteriza, se dedicó a enfangar el tenis que había venido exhibiendo hasta el momento, siempre a lomos de la polémica y en sintonía con los integrantes de su banquillo. Todos ellos hicieron de la queja en cada punto su principal herramienta para desestabilizar a Novak. Evidentemente, no lo consiguieron. El serbio llegaba con la lección aprendida y centró sus esfuerzos en elaborar restos incontestables, con la habilidad de colocarlos siempre dentro de la pista. El australiano empezó a debilitarse en el saque, cediendo hasta nueve puntos y protagonizando un descenso preocupante en el nivel de juego. Sus números en el segundo set lo dejan bastante claro: pasó de ganar ocho de cada diez puntos a perder en torno a la mitad de estos. El escenario se ponía en contra.
Con este parcial cuesta arriba, Kyrgios terminó de claudicar y cerró la caja de las ideas. Abandonó el tenis resplandeciente y se instaló en un combate absurdo en el que trataba de competir constantemente con el serbio a través de bolas largas y reveses a medida. De este tipo de duelos Djokovic siempre sale ganador. El de Belgrado empezó a sentirse a gusto, a moverse con soltura, para desgracia de su rival, a quien fue sometiendo en el segundo y tercer set mientras este se volcaba más en regañar al público que en jugar al tenis. Nada nuevo bajo el sol.
El clima del encuentro estaba ya enrarecido, con la tensión marcando cada una de las decisiones de los jugadores. Tal vez fue esto lo que ayudó a Kyrgios a poner otro rumbo más oportuno, sabedor de la importancia que tiene jugar una final de Wimbledon y de que posiblemente no gozará de muchas más oportunidades como esta. El jugador nacido en Australia supo serenarse, calmar los nervios y volver a la disputa a pesar de haber despilfarrado un par de sets casi por decisión propia. Aunque las opciones eran pocas, la remontada todavía no estaba descartada.
El cuarto set se vivió con absoluta tensión, con ambos tenistas metidos en la urgencia, uno para cerrar el partido de una vez por todas y el otro para rascar un parcial que lo devolviera a la pelea. A punto estuvo Kyrgios de provocar la apertura del quinto set con 6-5 a favor, pero se deshizo en los momentos clave. Djokovic aceleró hasta el desempate y terminó sentenciando el partido sin ni siquiera dar lo mejor de sí mismo, estando presente pero sin llegar al nivel que se espera de una final de estas características.
Se trata del Grand Slam número veintiuno en su cuenta particular y de su séptimo trofeo Wimbledon, con el que iguala a William Renshaw y a Pete Sampras en la escalada por liderar el torneo. Si todo marcha según el criterio de la legislación internacional, el tenista podría perderse las grandes citas en Estados Unidos y en Australia, por lo que habría que esperar a mayo de 2023, cuando llegue Roland Garros, para volver a disfrutar de su juego.