El hallazgo de la cueva de Altamira marcó un antes y un después en todo lo que se refiere a la creatividad humana. Supuso un cambio total en la mentalidad de la época. Y es que antes de su descubrimiento en el año 1868, el ser humano prehistórico era visto como alguien incapaz de poder realizar una obra de arte.
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El descubrimiento del arte rupestre
Apodada la ‘Capilla Sixtina’ del arte rupestre, se ubica a dos kilómetros de Santillana del Mar (Cantabria) y su descubrimiento fue totalmente casual. El tejero asturiano Modesto Cubillas encontró la entrada al rescatar a su perro atrapado entre las grietas de unas rocas. Sin embargo, aunque dio a conocer el hallazgo a sus vecinos, en ese momento no tuvo repercusión alguna al pensarse que era otra gruta de origen kárstico.
En cambio, sí que la visitó en 1875 Marcelino Sanz de Sautuola. Este adinerado propietario local y aficionado a la paleontología revisó la cueva y encontró algunos símbolos que no consideró que fueran realizados por humanos. Cuatro años más tarde hizo otra visita en compañía de su hija María de ocho años.
Un largo proceso de reconocimiento
Y fue precisamente ella la que encontró unas pinturas en el techo de unos raros animales. Su padre quedó tan impresionado que un año después publicó un tratado donde resaltaba que las pinturas tenían su origen en la Prehistoria. No obstante, en el siglo XIX hubo un rechazo general a esta afirmación.
No fue hasta 1902, tras un largo proceso, cuando la cueva de Altamira consiguió un reconocimiento universal. Algo que se produjo tras descubrirse en Europa, concretamente en Francia, otras cuevas del arte rupestre paleolítico. En ese momento se reconoció su valor, convirtiéndose en el icono del arte rupestre actual.
Patrimonio de la Humanidad
De hecho, la cueva de Altamira fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. En el año 2008 se extendió esta nominación a 17 cuevas más de Asturias, País Vasco y de la propia Cantabria y se comenzó a llamar al conjunto, “Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España”.
La máxima expresión artística del hombre
Como vemos, hablar de este tesoro pictórico no es un asunto baladí. Se considera como la máxima representación del espíritu creador del hombre. Fue habitada entre hace 36.000 y 13.000 años y tiene una extensión de 270 metros.
A lo largo de su techo y paredes están presentes la pintura, el dibujo y el grabado. Y su sala más conocida es la Sala de los Polícromos, donde destacan los bisontes como animales predominantes. Pero en la cueva pueden encontrarse también otros animales salvajes como los caballos o los ciervos y otros extraños signos que se pintaron con carbón y mezclando materiales con agua o grasa animal.
Así pues, la cueva de Altamira es el arte rupestre en su máxima expresión, una de las primeras joyas pictóricas de la historia de la humanidad y representa un auténtico legado artístico del ser humano.
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